La calle huele a café

Rodas, 10 de septiembre

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LA CALLE HUELE A CAFÉ

La calle huele a café

colgada de su lienzo

se recuesta una mujer

como vencida de sueño.

La calle huele a romero

Tuerzo a la izquierda

camino de una sombra,

frente al mar.

Calles mercados de piedra,

el mar está lleno.

Hoy desasosiega mi ánimo

un largo hilacho de anhelo,

atados por dentro

los pensamientos me urgen

como un eco

dislocado en la distancia,

letanía rota

irremediablemente vagando por las calles

en donde la sombra de sus huellas

se deslizan,

rastro acaso equívoco.

Lo que se dice estar perdido.

La calle de piedra huele a invierno.

Anhelo

intranquila vigilia

algunas dosis de desconcierto.

Olvidar...

sería lo mejor,

concluir con este pútrido río (de esperanza)

de cada tarde.

La quise,

ese es el drama

y ahora, todo huele

al cantueso de sus besos,

pútridos besos;

y su cuerpo, como una utopía

colgado del lienzo del mar

infinito movimiento de olas

dejan húmedo mi ánimo.

Espero

quizás un día de estos

me sobreponga

definitivamente

encuentre una playa nueva,

el sol de una mañana saliendo

sin cometido,

simplemente convertido en sol

la mañana en fresco otoño.

Es vulgar, te dirás muchas veces

con todo la razón del mundo.

Y la tarde declinará,

y el eco de las palabras

será un veneno

que no puedes dejar de beber,

tú y él la misma cosa

como si la tierra

la hubiera cubierto

una pesadilla inacabable

un manto de sombra.

La calle huele a café

mis recuerdos tristemente a espliego.

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